Tuesday, October 10, 2006

Modelos Económicos en Chile: Una trayectoria para explicar la desigualdad actual.(parte I)

Introducción
Este ensayo pretende dibujar el trayecto histórico que ha tenido la economía nacional y sus proyectos políticos y económicos desde 1830 hasta el presente.
Para caracterizar estos proyectos, tomamos el concepto de integración hacia afuera, como una manera de calificar el proceso librecambista del siglo XIX y la instauración del modelo económico neoliberal durante la dictadura. Así mismo, utilizamos el concepto de integración hacia dentro, para explicar el patrón de acumulación capitalista en Chile desde 1939 hasta 1973, que son desarrollados por Salazar y Pinto en su Historia Contemporánea de Chile.
Este trabajo se divide en tres partes y conclusiones. La primera donde se establecen las semejanzas entre la conformación estatal de 1830 y la refundación neoliberal de la dictadura post 73. Se analiza desde una perspectiva histórica las características pendulares del liderazgo económico, luego se caracteriza el Modelo de Industrialización de Sustitución de Importaciones (MISI)
En su segunda parte se caracteriza la modernización neoliberal y como se implementa y cambia el régimen de propiedad y el patrón de acumulación capitalista tras 1973, se dan algunos datos respecto al saqueo del estado chileno por parte de los grupos económicos.
Cabe destacar que para la caracterización de los patrones de acumulación MISI y Neoliberal nos tomamos de la descripción de Rafael Agacino.
Y finalmente se exponen antecedentes de los costos sociales (daños colaterales) de la distribución del ingreso y la creciente percepción de desigualdad existente en el país actualmente. O como dice Bengoa, la fuerte sensación de estamentalidad y la percepción de que las personas son más por lo que poseen que por su función dentro de la sociedad.
Los datos que se exponen para graficar la desigualdad y pobreza son de los años de los gobiernos de la Concertación, quienes tras la década del 90 y principios de siglo 21 administran el modelo económico heredado de la dictadura. Quienes no pueden desatenderse de esta situación, como se los recuerda muy bien Rolf Lüders, ex ministro de Pinochet y uno de los artífices del actual modelo económico, al indicar que “la Concertación ha administrado mejor el modelo que la Derecha”[i]

1. Proyectos históricos fundacionales y refundacionales: Cuando la integración hacia dentro fue sólo un paréntesis.
Para Gabriel Salazar y Julio Pinto[ii] una de las interrogantes necesarias de dilucidar es ver quien manda la economía chilena. O sea, quien lleva el liderazgo económico y cuales han sido características principales de estas elites.
“La teoría de la dependencia ha sido la que más claramente ha planteado que las economías periféricas están imposibilitadas, por la misma estructura básica de esa relación, para salir de su situación sojuzgada y alcanzar la independencia económica, que se hace prácticamente sinónima de un verdadero desarrollo. Desde esta perspectiva, las cadenas de dependencia determinan el carácter del comercio exterior de un país como Chile, influyen en su estructura sociopolítica y establecen límites inamovibles a sus políticas socioeconómicas”[iii]
Salazar y Pinto explican que tanto posturas socialistas como marxistas denunciaron casi desde un comienzo la alianza de las oligarquías nacionales con poderosos intereses externos. La oligarquía decimonónica –según los autores “mercaderes especuladores”- habría conformado un Estado funcional al buen manejo de sus intereses en el juego del comercio internacional. De ahí el derrocamiento de Balmaceda en 1891 por una coalición de banqueros, terratenientes, mineros e industriales que se enfrentaron a una política nacionalista, contraria al librecambismo y estatalmente intervencionista pues veían amenazados sus privilegios como clase social y económicamente dominante.[iv] En el caso de la UP, a pesar de estar en otro modelo o patrón de acumulación (MISI), donde rebasaron sus liderazgos políticos y los gremios empresariales participaron de manera directa en las movilizaciones contra las reformas económicas de corte socialista.
“De allí la tradición de considerar que el liderazgo económico nacional ha estado en manos de un grupo que ha tendido a aliarse con el capital internacional dominante, fuera inglés, alemán o norteamericano, que manejaría la cara externa de nuestra economía, mientras ellos quedaban a cargo de la cara interna donde se desarrollarían las actividades productivas y comerciales para la exportación e importación”[v]
Estos autores también señalan que el liderazgo económico le teme al proteccionismo, pero también le teme al mercado. Plantean que esta actitud es pendular: “en los momentos en que el liberalismo nos pone una crisis económica, se recuerda la importancia de regular la economía y la responsabilidad del Estado. Cuando el mercado los traiciona, tiende a recordarse la debilidad estructural de los modelos primario exportadores, la vulnerabilidad de la economía chilena, el carácter estratégico de la industria para el desarrollo. Pero cuando el mercado funciona bien, vienen los momentos del triunfalismo: los grandes caracoles o malls de los mercaderes, la sensación de haber dejado el miedo atrás, el gatito maullando como jaguar. En esos momentos, se recuerda, hay que crear “un clima favorable a la inversión, y a la vez constatar que la industrialización programada también fracasa[vi]
Podríamos decir que en la matriz de la conformación estado chileno, tanto en el proceso de independencia (rompimiento de marras) como en la constitución violenta de 1830 “no vino a construir la unidad nacional, sino a remachar los mecanismos de diferenciación social latentes, pero regulados del período colonial. Es como si el primer Estado nacional hubiese operado en sentido civil inverso al Estado Imperial. La violencia de 1830 consolidó un Estado pero no unificó la sociedad. Más aún: el proyecto estratégico de ese Estado no fue integrar la sociedad hacia dentro, sino recomponer la integración hacia fuera. O sea: reconquistar para Chile un puesto en el Mercado Global. Lograr el reconocimiento diplomático de las grandes potencias del atlántico norte. No perder el feeling (imperial) de la globalidad”[vii].
Estos mismos autores realizan la siguiente pregunta ¿Por qué el primer proyecto histórico nacional (triunfante en 1830) predominó la integración hacia fuera y no la integración hacia adentro?
“Fundamentalmente, porque el bloque militarmente triunfante en 1830 impuso, como fórmula de unidad, el proyecto de desarrollo de los grandes mercaderes. Que no era el proyecto de los campesinos, mineros, artesanos, o de las comunidades locales, ni siquiera de las cliques militares (o`higginistas o freiristas), sino de esas elites que, en cada transacción comercial (triangular) con Cádiz, Buenos Aires, Tucumán o Lima, obtenían una ganancia diez veces mayor que la ganancia media anual de cualquier productor (incluso que los terratenientes netos, que no eran mercaderes”.[viii]
Si existe alguna semejanza con el proyecto de refundación neoliberal post 1973 en cuanto a forma, no es casual.
Según Salazar[ix] “debe tenerse presente que Chile ha sido un país regido por principios liberales desde 1829 hasta 1938, y luego desde 1973 hasta hoy. Es decir: que de 170 años de vida libre, Chile ha estado sometido a esos principios durante 135 años, de modo que el período en el que se implementaron ajustes estructurales, políticas desarrollistas y practicas populistas (entre 1938 y 1973) es más bien la excepción y no la regla, pues sólo duró 35 años…”
Y en ese paréntesis de 35 años qué sucedió. Producto de la crisis mundial del `29 y el advenimiento del modelo keynesiano, el decaimiento del mercado salitrero y luego que durante la Segunda Guerra Mundial las principales economías capitalistas volcaran todos sus esfuerzos en transformarse en economías de guerra, se planteó un modelo industrializador sustitutivo de importaciones (MISI), o como lo denomina Salazar y Pinto el proyecto de integración hacia dentro.
Producto de esta situación, a partir de la creación de la CORFO en 1939, durante el gobierno del Frente Popular del radical de Pedro Aguirre Cerda, el capitalismo chileno tuvo un conductor, el Estado, desde el punto de vista de la primera fase de acumulación[x].
“En el proceso de valorización del capital es posible distinguir tres fases. La primera, corresponde a la fase del capital-dinero, es decir la presencia del capital como masa de dinero dispuesto a iniciar la actividad productiva; la segunda, la del capital-productivo, en la cual se organiza y ejecuta el proceso de producción y la tercera, la del capital-mercancía, en la que se busca la realización del excedente generado para nuevamente (por la vía del consumo productivo) reiniciar el proceso. Lo importante es que cada fase asume características especiales en cada época y tales singularidades permiten caracterizar un cierto patrón de acumulación”.[xi]
Según Agacino, se le asignó al Estado, en la fase capital dinero, la potestad para coordinar y orientar el proceso de acumulación e incluso, se aprobó su intervención directa tanto en la esfera productiva (la inversión productiva) como el control de los flujos de capital dinero (mercados financieros regulados e intervención en la gestión de los créditos internacionales para el desarrollo). Para este autor, en las décadas anteriores a los setentas la centralización del capital asume la forma de integración vertical conjuntamente con la concentración de capital en grandes complejos industriales asociados a un mismo valor de uso. Lo central de la tesis era que la industrialización permitiría el desarrollo del país y que para eso bastaba tener un mercado interno que diera el ancho de banda necesario para mantenerlo.
“La conformación de estas fracciones diferentes de capital va aparejada de una relación directa con el Estado: en un caso por la vía de la competencia o la complementariedad (inversiones en infraestructura) o en otro, por su asociación explícita (proteccionismo) o independencia y conflicto por la vía de irrupción de la actividad pública en los ámbitos de exclusividad privada (minería, banca). Incluso desde el punto de vista del capital productivo, en el propio sector público existe la tendencia a la centralización por la vía de la integración vertical”[xii]
Para Agacino esto significó que este proceso fuera acompañado por una concentración de las actividades productivas en grandes complejos industriales para aprovechar las economías de escala o para ejercer un control más efectivo sobre el conjunto del circuito productivo. Esto también trajo consigo efectos sociales, ya que aumentó las posibilidades de organización de nuevas franjas de trabajadores y posibilitó el fortalecimiento de la actividad sindical tradicional.
Según Tomás Moulian[xiii] este Estado creció y se transformó en un Estado Hipertrófico Populista Desarrollista que fue incapaz de solventar las exigencias y los tironeos tanto de los sectores populares y medios, como continuar asegurando el proceso de acumulación de las clases hegemónicas, que a pesar de su crisis de liderazgo a mediados de la década del 25, mantuvieron la táctica de la contención, como esperando gozar de mejor salud, como esperando la oportunidad histórica para reimplantar el proyecto de integración hacia fuera.
Los sectores populares y los partidos políticos fueron avanzando en esos 35 años –ley maldita inclusive- en la construcción de un proyecto político dentro del marco institucional que se había dibujado en la constitución del 25 y cuya primera expresión fue el Frente Popular. Se organizaron y fortalecieron los trabajadores, se empezó a luchar por la reforma agraria, se empezó a hablar de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina[xiv]. Se hablaba de socialismo como quien hoy habla de la farándula, o sea, se hablaba hasta por los codos.
“Y de tanto hablar de socialismo y de desfilar con coligües por calle Mac Iver, asustaron a las capas medias y a las capas calcetines que fueron el chivo expiatorio exacto para que los milicos azuzados por la derecha, que financiada por la CIA, que estimulada por las transnacionales, y que financiada por el complejo industrial militar empezaron a golpear, a golpear, a golpear; hasta que un 11 de septiembre de 1973 del siglo pesado, la viejita gritó: los Tangolpiando, los tangolpeando, nos tan golpeando… y el país amaneció con los ojos morados”[xv]
Es cierto que se hablaba mucho de socialismo y de revolución, pero lo terrible y el sino del proyecto político e histórico y de la vía chilena –pacífica- al socialismo es que esas palabras no tenían poder de fuego. A pesar de que sectores del PS y del MIR planteaban el “avanzar sin tranzar”, consigna que a su vez chocaba con la “batalla de la producción” del PC (como si en los manuales soviéticos la verdad de la historia estuviera trazada por la santa tríada de Marx, Lenin y Stalin). Catástrofe en desarrollo, crisis de conducción, lo cierto es que con la caída de la UP se puso fin al proyecto de integración hacia dentro y al Modelo de Industrialización de Sustitución de Importaciones, a un alto costo histórico y político, pero por sobretodo sacrificando a casi toda una generación de luchadores sociales.
Para Salazar y Pinto es “sugestivo que el implante libremercadista de Chicago[xvi], lo mismo que el proyecto mercantil impuesto un siglo y medio antes por Portales y Cía, sólo haya podido germinar en el nido violento de una intervención militar”.
Pareciera que en la matriz de la conformación estatal chilena por parte de los poderosos, siempre las miradas estuvieron hacia fuera.

Notas Bibliográficas
[i] Claude, Marcel. Modelo Económico y desigualdad social en Chile. En www.rebelion.org sección Chile. 5/12/2005
[ii] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile II: “Actores, identidad y movimiento”. Ediciones LOM serie Historia, 1999. Págs 48 y siguientes.
[iii] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile II: “Actores, identidad y movimiento”. Ediciones LOM serie Historia, 1999. Págs 48 y siguientes.
[iv] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile II: “Actores, identidad y movimiento”. Ediciones LOM serie Historia. 1999. Pág. 50
[v] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile II: “Actores, identidad y movimiento”. Ediciones LOM serie Historia. 1999 Pág. 50
[vi] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile II: “Actores, identidad y movimiento”. Ediciones LOM serie Historia. 1999 Págs. 51 y 52
[vii] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile I: “Estado, legitimidad, ciudadanía”. Ediciones LOM serie Historia. 1999. Págs. 131 y 132.
[viii] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia Contemporánea de Chile I: “Estado, legitimidad, ciudadanía”. Ediciones LOM serie Historia. 1999. Pág. 132.
[ix] Salazar, Gabriel. Ciencia y neoliberalismo (Ocultar, Ocultar la verdad que no se puede mostrar). Rocinante, Año IV, Nº 29, Marzo 2001. Págs 35 y 36.
[x] Agacino, Rafael. Acumulación, distribución y consensos en Chile. Página 2. Paper. Sin fecha de publicación.
[xi] Agacino, Rafael. Acumulación, distribución y consensos en Chile. Página 1. Paper. Sin fecha de publicación.
[xii] Agacino, Rafael. Acumulación, distribución y consensos en Chile. Página 3. Paper. Sin fecha de publicación.
[xiii] Moulian, Tomás. Chile Actual: Anatomía de un mito. Ediciones LOM.1996?
[xiv] No olvidemos que para la generación de los sesenta el ejemplo de Fidel Castro y de Ernesto Guevara en Sierra Maestra estaba demasiado fresco en la memoria y a pesar de la muerte del Che en Bolivia en 1969, no faltaban quienes querían tomar el fusil del argentino. Nota del autor.
[xv] Redolés, Mauricio. Los Tangolpeando. Mauricio Redolés y los ex Animales Doméstico de SChile en Vivo. 2001. Track 19. Puede parecer inoportuno, pero nos parece una buena síntesis de sentido común y sobre todo de falta de gravedad necesaria par hacer una transición textual.
[xvi] Salazar y pinto se refieren a una camada de 150 economistas chilenos que obtuvieron doctorados en la escuela de economía de la Universidad de Chicago. Ellos destacan a Rolf Lúders, Sergio de Castro entre otros economistas.

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